septiembre 26, 2007

Reforma constitucional a la carta. Cambios y re-cambios.

Humilde y breve opinión la que a continuación expresamos acerca de la reforma constitucional propuesta por el Presidente de la República. Tratamos, en lo posible, de recoger en un solo texto las diversas posturas individuales de quienes integramos el grupo, con respecto a este tema tan polémico como crucial para la vida del país.

Ante todo, debemos analizar los hechos de la manera menos procesada posible y quitarnos el filtro de los medios masivos que, como ya es costumbre, contribuyen mucho más a desinformar que a aclarar dudas e inquietudes. Es así como acudimos – y lo recomendamos- directamente al documento que leyó el Presidente, disponible en el portal Gobierno en Línea.

El documento es bastante extenso. La reforma abarca múltiples temas, los cuales en gran medida no han sido “publicitados” por los numerosos “análisis” de los medios de difusión. Existen posiciones diversas en torno a los puntos más polémicos del proyecto de reforma. Grosso modo, puede advertirse que el texto propuesto pretende dar rango constitucional a muchas de las políticas del gobierno actual. No obstante, se perciben vuelcos de 180º grados en aspectos que tienen que ver con el modelo económico y político del país, cuestión que, sumada a la iniciativa de extender por un año el período presidencial y darle carácter “continuo” a la reelección del cargo, da como resultado una reforma suficientemente profunda para cumplir los requisitos que convocarían a una Asamblea Nacional Constituyente.

Como no ofrecemos oráculos –lamentablemente no tenemos la habilidad-, desconocemos por qué el gobierno decidió emplear la figura de la reforma, en lugar de la Constituyente. No creemos que sea por miedo a una derrota electoral, como pregonan algunos sesudos de oposición (los antecedentes avalan que Chávez es, antes que nada, una máquina de ganar elecciones). Sin embargo, la ausencia de una Constituyente ha limitado seriamente el debate y el contraste de opiniones que debería dar origen a una nueva Carta Magna. Básicamente, nos está llegando directo de manos del promotor, con pocas intermediaciones, escasas críticas e ínfimas modificaciones.

La rapidez con la que se está adelantando la reforma constituye para nosotros un punto de atención. En primer lugar, varias de las propuestas quedan sujetas a su aclaratoria mediante alguna ley posterior que las regule (el diablo está en los detalles). Y una de las dudas, en este sentido, es que tanto a nivel constitucional como a nivel legislativo, las normas van a surgir de una sola corriente de pensamiento. Aunque esta corriente es mayoritaria, no es la única. De modo que el texto fundamental no reflejaría en términos reales al país, sino que vendría a institucionalizar, en cierta forma, las tensiones circunstanciales de la polarización. Es prudente, en este punto, reconocer la brecha que hay entre fundamentos y circunstancias.

El aporte histórico más hermoso de la izquierda es el desarrollo del pensamiento crítico. Nos preocupa que, pese a los numerosos matices existentes entre los partidarios del Presidente, pueda palparse una especie de tendencia a la homogeneización y a la neutralización de una antítesis que permita la consumación de la evolución dialéctica de las ideas. Sin la adecuada discusión y aporte por parte de todos los sectores del país, la reforma se percibe como una actitud arrogante de quien, sobradamente, se comporta como si no tuviera más nada que aprender del resto de la sociedad. En el momento en que dejamos de escuchar y aprender, empezamos a decaer y morir. En escuchar y aprender reside, justamente, la virtuosa humildad.

Como a quien no ve el bosque por estar pendiente de los árboles, la necesidad táctica de prevalecer en la batalla contra el enemigo de turno nos está haciendo perder de vista el fin estratégico de la lucha. Y esto vale tanto para los partidarios de la oposición como para los del gobierno. Por ejemplo, las observaciones a la reforma planteadas por Eleazar Díaz Rángel (votación por varios bloques temáticos, fusión del artículo vigente y el propuesto sobre la FAN, entre otras) no están siendo valoradas con la ponderación que ameritan. En cambio, recientemente leímos unas desalentadoras declaraciones del constitucionalista y diputado Carlos Escarrá, donde afirmaba que la discusión en el seno de la Asamblea se limitaría a lo propuesto por el mandatario, mientras que otras iniciativas serían “archivadas” para su posterior consideración.

La oposición, por su parte, nuevamente se ha quedado corta en su reacción. Su “crítica” se ha limitado a espacios cerrados y abiertamente a su favor, mientras que el gobierno ha llevado la discusión parlamentaria a los barrios (eso sí, también a su favor). Algunos opositores hicieron acto de presencia en esos actos de parlamentarismo de calle, pero quizá con fines menos sinceros que histriónicos. Cada quien está dedicado a convencer a los suyos. Lo que hace falta es convencer al otro. Lo evidente se difumina en la estridencia.

Como hemos dicho, la actuación de los medios es digna de una tragedia shakesperiana. El Universal, por ejemplo, últimamente se ha dedicado a titular con frases que estimulan el temor de las clases medias del país. Con amenazas sobre lo que puede pasarle “al apartamento de la playa” o a la “herencia de tus hijos” de aprobarse la reforma, cuando la mayor parte de la población ni siquiera tiene un apartamento, y está muy ocupada con los centavitos del día a día para sacar cuentas sobre una herencia etérea. Entretanto, los medios no consideran asuntos importantes como los concernientes a la institucionalización del Juez de Paz o al incremento del situado correspondiente a los municipios.

Por otra parte, la reducción de la jornada laboral debería suponer un logro, al colocar al país al mismo nivel de algunas naciones europeas desarrolladas. Pero entonces habría que investigar ¿Por qué Sarkozy quiere incrementar, mediante incentivos varios, las horas laborables? ¿Qué experiencia ha tenido Francia en este sentido? Desafortunadamente, tanto el proponente como los críticos escapan a estos detalles. ¿Venezuela, como país, está preparada para esa reducción? Los rumores sobre la exigencia de cumplir “horas de formación socialista” en el nuevo tiempo libre no se hicieron esperar. No comemos rumores, entorpecen la digestión. Lo que sí llama la atención es la razón de incluir este aspecto en la reforma cuando pudo haberse hecho fácilmente mediante decreto presidencial o reformando la Ley del Trabajo. ¿Un edulcorante, tal vez? ¿Al pueblo pan y circo?

Lo lamentable de este nuevo episodio en la vida política nacional, es que la reforma no se critique por sus verdaderos alcances o retrocesos, sino que su rechazo o aprobación se supediten al proponente. La reforma va, y muy posiblemente en bloque. Y ya estamos siendo nuevamente testigos de las discusiones kafkianas sobre votar o abstenerse. Nuestra posición: lee completamente el proyecto de reforma. Y discútelo, preferiblemente con alguien que no piense como tú. Ya basta de cámaras de resonancia. Si lo apruebas, y eres de oposición, vota sí. Si eres partidario del gobierno, y no te gusta, vota no. Tenemos que construir la democracia sobre propuestas, no sobre consignas.

Nos gustaría opinar acá sobre el papel de los estudiantes en esta coyuntura. Pero lamentablemente no hemos asistido a las sesiones de discusión que ha habido, y lo que hemos leído en las reseñas de los medios realmente deja mucho que desear, en la medida en que parece haber una suerte de paralelismo entre las agendas políticas (de gobierno y oposición) y las agendas de los estudiantes. Aunque, creemos, estos últimos son ciertamente más abiertos al debate y a escuchar las opiniones del contrario, pero no tan contundentes como para generar ruido. Por respeto a los compañeros, nos negamos a asumir como cierta la percepción de los medios, pues sería algo vergonzoso aceptar que el denominado “movimiento estudiantil” (pro y contra) se reduce a las imágenes de Globovisión y VTV. De modo que agradecemos que alguien que haya participado en estas discusiones lo comente aquí en el blog.

En definitiva, creemos que la discusión y la participación son las pesadas anclas de la democracia. En ese sentido, atados al pensamiento crítico con las amarras de la inteligencia, hay que adaptarse –activamente, por supuesto- al nuevo país que se avecina. El Presidente Chávez se ha adaptado al país y a sus momentos, lo ha seducido, lo ha tomado por las riendas y, desde adentro, lo ha venido transformando; todo por la vía del voto. Buen ejemplo de proyección y constancia estratégica ¿no?

PD: Seguiremos desarrollando estas ideas, “reforma en mano”. Esperamos sus aportes. Saludos.