mayo 29, 2009

Política y medios: El Show, ¿debe continuar? (I)

Una discusión de vieja data

Nuevamente los medios masivos son el punto focal en la agenda de la opinión pública nacional. Las recientes amenazas del Presidente de la República sobre tomar medidas extremas contra Globovisión, han colocado el tema de la función de los medios en nuestro país como principal centro de interés, una discusión que ya posee años de altibajos en el país.

El debate sobre el papel de los medios, en especial de la televisión, no es algo nuevo. Hace poco, ante la promulgación de la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión y, luego, con el tema de Radio Caracas Television (ahora conocida como RCTV Internacional) y la creación de la Televisora Venezolana Social (TVES), re-descubrimos el proyecto RATELVE impulsado por el teórico venezolano Antonio Pasquali y otros insignes comunicólogos del Instituto Nacional de Investigaciones de la Comunicación (ININCO). Ese proyecto vio luz en los años 70 y, desde entonces, el tema va y viene según la coyuntura que lo impulsa o lo regresa al olvido.

Es interesante que esta polémica haya regresado a la palestra pública justo de la mano de las opiniones de dos representantes de la izquierda venezolana, José Vicente Rangel y de Vladimir Villegas. Y decimos que es interesante en tanto que, cuando la izquierda seria reclama el rescate de esta discusión, lo hace justamente para establecer desde un punto de vista crítico, propio del pensamiento impulsado por los teóricos de la Escuela de Frankfurt -escuela filosófica de planteamientos freudomarxistas-, el papel de los medios como mecanismos modeladores de opiniones y actitudes en nuestra sociedad masificada, y de la aberración que ocurre cuando la función educativa e informativa de la Televisión se ve influida por la función de entretener a partir de la producción serializada de “objetos culturales” (Industria Cultural). En cambio, cuando la bandera es alzada por el pensamiento conservador, generalmente se hace en la vía de la búsqueda de mecanismos de control y manejo de la opinión pública a favor del poder.

Es interesante ver entonces que un gobierno autoproclamado socialista, progresista y de izquierda, esgrime argumentos en su propio beneficio con la excusa del bienestar colectivo. Es decir, un discurso conservador disfrazado de crítico, o también, una mano derecha disfrazada de zurda.

La Venezuela mediática

El gobierno ataca a los canales privados, en especial Globovisión, atribuyéndole características que le son igualmente propias - acaso más profundamente- a los canales del Estado. Los acusa de mentirosos cuando VTV oculta información; los señala de manipuladores cuando “el canal de todos los venezolanos” emite micros que comparan a los defensores de la propiedad privada con Vito Corleone. Es tanta la similitud de los mecanismos de uno y otro canal, que en muchas ocasiones sólo sabemos a cual de los dos acudimos cuando vemos la mosca que los identifica.

Por otro lado está el caso de la “nueva” Venevisión, que luego de aquella reunión entre el Presidente y Gustavo Cisneros, modificó su línea editorial a un pretendido punto medio, a ratos más parecido a la autocensura que a la sensatez, que a veces resulta sonso, insípido, acrítico, llegando incluso a rozar la adulación a favor del Gobierno. Eso sí, sin llegar nunca al caso extremo del de VTV.

Los medios de comunicación, según la UNESCO, tienen tres grandes funciones: Educar, informar y entretener. Pero desde hace un tiempo para acá, el entretenimiento ha sido la principal actividad de los medios venezolanos, y se ha observado una suerte de espectacularización de la información, convirtiendo de esta manera programas informativos y de opinión en verdaderos shows, tal como ocurre con La Entrevista de Miguel Ángel Rodríguez, con el Aló Ciudadano de Leopoldo Castillo y también con La Hojilla de Mario Silva.

La función de difusión educativa y cultural ha quedado relegada a medios como Vale TV, con una programación de calidad conformada mayormente por documentales, casi todos producidos en otras latitudes . Paradójicamente (¿o no?) también este medio, propiedad de la Iglesia Católica, ha sido en el pasado objeto de amenazas del Gobierno Nacional para quitarle la concesión, como aparente corolario de las tensiones entre el Poder Ejecutivo y los representantes del Vaticano en Venezuela.

Y es que los mass media tienen como audiencia precisamente a una masa moldeable a su naturaleza “Pop”. No es que seamos masa, es que nos convertimos inevitablemente en masa cuando acudimos al show mediático. Cosa que no ocurre con otros medios como Internet, donde la interactividad y el diálogo entre individuos y/o colectivos se convierten en el entorno natural propio de la Web.

El asunto entonces es que oficios nobles como el periodismo se convierten en simple espectáculo a la luz de los mass media, los cuales sólo responden al share y al rating de una audiencia acostumbrada a consumir productos prefabricados. Un círculo vicioso del que necesariamente el periodismo debe escapar. En la Televisión, y en menor medida en la radio, los periodistas nos convertimos en actores, en artistas, en productos de entretenimiento. Y por ende, el periodismo se convierte en una especie de precursor de los Reality Shows. Hace unos años, Ernesto Villegas realizó una visita a la Escuela de Comunicación Social de la UCV, y contó que en un momento determinado se dio cuenta que su antiguo programa en VTV disminuía su rating cuando él trataba de asumir un enfoque equilibrado para tocar los contenidos políticos. Es decir, el radicalismo político se ha convertido en una preciada mercancía comunicacional, rentable a más no poder. La polarización es hoy un negocio con buenas cifras de consumo, y casi nadie quiere arriesgarse. Parece menos riesgoso creer y hacer creer que la mesura y la ecuanimidad no venden.

Los medios masivos deben necesariamente retomar su función informativa. Rescatar el uso de los géneros periodísticos, escapar de la excusa falaz de “dar al público lo que quiere” y centrarse en informar de manera oportuna y veraz, honesta e imparcial. Los periodistas debemos impedir que el medio trastoque los principios que cimientan el ejercicio del oficio. Tener presente que egresamos de una Universidad y no de una Escuela de actuación, y que nuestro compromiso irrenunciable es con la verdad y con el público.

...continuará.