“Sepan administrar su victoria… no se desboquen ahora”
Hugo Chávez. Diciembre, 3-2007.

El sistema democrático tiene ganadores y perdedores, e incluso, una misma opción puede ser ganadora o perdedora según el momento. Si nos limitamos a hablar de personas y candidatos, podemos poner por ejemplo a Rafael Caldera: Rómulo Betancourt lo venció en 1958, pero luego Caldera le ganó a Gonzalo Barrios en 1967, para volver a perder en 1982 frente a Jaime Lusinchi, y finalmente salir victorioso en 1992 entre las opciones de Claudio Fermín, Andrés Velásquez y Oswaldo A. Paz.
Este sistema “participativo y protagónico” no tiene por qué ser la excepción. A veces gana una opción, a veces gana la otra, pero siempre la decisión final está y estará, mientras siga la democracia viva, en nosotros frente a la maquinita electoral.

¿Qué ganó el PSUV?
Su primera victoria como partido y la permanencia de su líder único y eterno como su -también único- candidato posible para ejercer la jefatura del Estado.
¿Qué perdió la oposición?
La oportunidad de enfrentarse contra un contrincante distinto a Chávez.
¿Qué ganó y/o perdió el pueblo?
Nosotros creemos que nada. Los principales problemas del pueblo siguen siendo los mismos ahora que ayer: Inseguridad, inflación, vivienda, desigualdad. Tal vez el pueblo haya ganado la posibilidad de que, sin elecciones del poder ejecutivo a la vista y sin época de campaña próxima, entonces los gobernantes se dediquen a gobernar de una vez por todas y no suspendan sus actividades para hacer campaña como lo hizo de manera oficial la Asamblea Nacional y de manera extra-oficial el jefe de campaña del SÍ y Alcalde de Libertador, Jorge Rodríguez.
El reto de los proponentes de la enmienda (¿enmiendadores?) es ahora pensar en el pueblo, de verdad, darles respuestas, de verdad. El de los oponentes (¿enmendados?) es, también, trabajar conjuntamente con el pueblo, pero no por una candidatura, sino por la preservación del valioso e indispensable sentido de la crítica y el contrapeso. Ya no hay oportunidad de discursos –de lexis sin praxis-, ya no hay chance de hacer nada que no sea actuar. El hambre del pueblo, en el sentido amplio de la palabra, no se sacia con palabras bonitas dichas por TV, ni cambiando de nombre o tiñendo unilateralmente de un color todo cuanto se encuentre. Esto tarde o temprano, va a premiar o a demandar a los líderes políticos.

Es más que lamentable, deplorable, que después de 15 procesos electorales en 10 años, estamos lejos de ser un país de inclusión donde se respire hermandad. Tampoco se trata de idealizar La Tierra Prometida o un País maravilloso como el de Alicia, pero al menos una patria donde seamos menos hostiles y donde podamos exhibir nuestro punto de vista sin ser acusados, subestimados o excluidos. Puede ser que el "gigante" haya ganado ayer, pero más que Goliat, ayer ganó un discurso, y ese discurso es el que la oposición tendrá que desmontar,o el chavismo tendrá que convertir en hechos en los sucesivos días.
En 2004, George W. Bush ganó las elecciones en EEUU, entonces Michael Moore, documentalista norteamericano y firme opositor a Bush, publicó diez razones para no suicidarse en su página Web. La primera razón era que Bush no podía lanzarse de nuevo como candidato. Nosotros no tenemos diez razones para decirles a los “perdedores” que no se suiciden, ni nueve –si sustraemos la primera de Moore-, tenemos una razón: Venezuela, donde NO hay seis millones de "focas ignorantes" ni cinco millones de "apátridas capitalistas", hay 27 millones de Venezolanos luchando por un país que necesita trabajo, crítica, civismo, tolerancia y también resistencia. ¡Hoy no es día para perder la esperanza sino para nutrirnos de ella!