Por Yimmi Castillo
Todo estaba preparado para que asistiéramos a una campaña llena de propuestas y argumentos de lado y lado. Nicolás Maduro tenía un plan ya presentado al país por su "padre" político Hugo Chávez y Henrique Capriles tenía el chance de terminar de regar la semilla que sembró en la pasada campaña.

La batalla de ideas, la discusión de las propuestas, la presentación misma de las propuestas de los candidatos ha quedado en segundo plano, para dar paso a las descalificaciones, a los chistes misóginos, homofóbicos y machistas, a la burla, a la mofa, al chalequeo balurdo y adolescente.
Hemos perdido un tiempo valioso hundiendo más aún la brecha que separa a los pueblos chavistas y opositores. El lenguaje de la campaña ha venido mermando en la confrontación más allá de los candidatos, permeando hasta las bases, hasta la gente en la calle y en ese otro espacio público que son las Redes Sociales. Todos se insultan, todos se ofenden, todos se amenazan con desaparecerse mutuamente.
Capriles llama a la unión pero sigue hablándole a los convencidos. Maduro promete avanzar con la revolución por encima de lo que sea. Ambos se dirigen a sus audiencias cautivas, a los que no hace falta convencer, a los que ya están decididos.
En la campaña del 7O al menos ambos candidatos, en ese momento Chávez y Capriles, tuvieron la delicadeza de dirigir gran parte de su discurso a los mal llamados "Ninis". A los no convencidos, a los que buscan la mejor alternativa escapando de la solidaridad religiosa y automática del feligrés político, ese que no ve funcionarios sino mesías en cada opción electoral. Hoy esa gente no consigue interlocutor, su voz no suena, sucumbe a los gritos que los convencidos se lanzan mutuamente.
No hay propuestas sobre temas "progresistas" por naturaleza: matrimonio homosexual, aborto, legalización de drogas, ni siquiera la hay sobre temas ordinarios como las políticas de inclusión, políticas económicas y sociales. Los pocos esfuerzos se quedan en la superficie, en la crítica sin profundidad: "Maduro devaluó y te hizo más pobre", pero ¿Qué se propone frente a eso?, "Capriles está obsesionado conmigo", ok y ¿el Plan socialista de Chávez cómo lo interpretas tú? Nada, no hay respuestas. Los candidatos nadan en sus contradicciones pero no importa, porque es mejor reirse de un bailecito y hacer chistes sobre la "hombría" o el trabajo de chofer que tuvo el candidato. Tan show termina siendo, que el foco se ha trasladado a personajes de la farándula local.
Esta campaña corta se está consumiendo en tiempo y discursos sin sustancia. Es corta y divierte, como buen espectáculo, pero no deja nada al final. O sí, está profundizando las divisiones, los desencuentros. La gente se grita "Majunches" y "Chaburros", y todo llega hasta allí, o pasa a las manos y a los tiros. Nos seguimos enemistando, les prohíben la entrada a los hoteles del Estado a la mitad del país, le juran venganza a la otra mitad.
Se justifica, se defiende o sencillamente se omite la crítica contra estos conatos de discriminación política, y eso nos hace responsables de un futuro en el que nos puede explotar en la cara las consecuencias de esta suerte de "Apartheid" tropical que pareciese estar gestándose... o tal vez profundizándose.
Necesitamos un Gobierno que construya sobre el aporte que podemos dar TODOS al país, no uno que se erige sobre la división y la explotación de los rencores de la gente. No necesitamos más profetas del rencor, no necesitamos acabar con una discriminación instaurando otra. Justicia social no es igual a venganza.
Esta campaña no se trataba de partidos, de izquierdas o de derechas, se trataba de Política con P mayúscula, esa que nos atañe, nos afecta y nos importa a todos. Esta campaña nos obligaba a mirar mucho más allá del hecho electoral, está en juego nuestra convivencia en este pedazo de tierra que nos tocó vivir. No puede la mitad del país pretender borrar con un resultado electoral a la otra mitad. Si seguimos por esa vía, podemos despertar en un futuro muy doloroso.