octubre 28, 2008

Cuestión de Cultura

Estamos convencidos de que la comprensión de la situación actual del país no puede ser posible sin reconocer que mucho tenemos que ver en ello, y que definitivamente no es de gratis lo que estamos viviendo. Nuestros problemas no están atados a la figura de un Presidente de la República, ni a algún personaje de la dirigencia opositora, ni a un escándalo de corrupción, ni a la caída de los precios del petróleo. De hecho, nuestros problemas tienen raíces más hondas y si eso no se comprende, entonces cualquier intento de "cambio" es inútil. Dicho de otro modo ¿para qué cambiar si ni siquiera sabemos qué o quiénes somos?

Si acudimos a la antropología, tal vez encontremos algunas respuestas. El profesor Samuel Hurtado, por ejemplo, sostiene que la nuestra es una "sociedad recolectora" y "matrisocial", es decir, acostumbrada a los beneficios inmediatos de la sobreprotección materna y, en consecuencia, a recoger lo que no se siembra, lo cual termina siendo tierra fértil para el populismo, la pobreza y el abandono.

En Venezuela, según Hurtado, casi nadie escapa del populismo –porque nadie escapa de la cultura-. Ricos o pobres, todos estamos a la expectativa de los recursos del Estado (sus políticas, sus aumentos, sus contrataciones), esperando siempre la cuota (o la migaja) que nos corresponde.

En el fondo de nuestra estructura está el culto al obsequio. No nos ganamos las cosas, nos las regalan y así son recibidas sin exigir mucho más. En el fondo de nuestra cultura está el hecho de conformarse con el bono de una misión. El pueblo cede su soberanía con tal de que sea obsequiado de vez en cuando. De modo que un "beneficio" (obsequio) oportuno será suficiente para apoyar a un funcionario generoso, y votar por él para obtener más obsequios. Sin comprender que dicho funcionario está cumpliendo con un deber que se le otorga en el momento en que es elegido, directa o indirectamente, y que su "generosidad" no es razón para brindarle admiración y apoyo incondicional.

El hecho de que un ciudadano vea las deficiencias de su entorno, sin inmutarse no tiene otra explicación que cultural. La indolencia es una constante porque Venezuela es la tierra donde pocas cosas duelen, debido a que pocas cosas cuestan. Eso permite que la gente se maraville, por ejemplo, con un módulo de Barrio Adentro que no funciona, y no gire su vista hacia las carencias del Clínico, del periférico de Catia, del de Coche o más aún, de las condiciones de un Hospital Vargas o del Llanito. Permite incluso que la gente no se de cuenta del abuso grosero y cínico que supone el despilfarro de recursos públicos en beneficio de una campaña desigual a favor de los candidatos apoyados por uno u otro detentor del poder. Permite que no sintamos vergüenza del circo en el que nos hemos convertido y al contrario, aplaudamos las payasadas de nuestros "líderes" y les creemos todo, incluso que nos digan que los apagones son un saboteo "golpista", cuando más temprano nos dijeron que había sido culpa del gobierno anterior... anterior a 1998, claro está. No hay vergüenza porque no hay dolor. Somos corruptos, desde muy adentro y desde muy temprano. No nos avergonzamos de eso porque nosotros también cruzamos por el medio de la calle, sobornamos policías, nos coleamos donde podamos, empujamos a la gente en el Metro y estudiamos para pasar los exámenes, porque diez es nota...

En Venezuela podemos calarnos –quizá algunos con un poco de indignación- que los jefes nos obliguen a marchar uniformados, sin preguntar nada antes. Podemos quedarnos callados cuando los más "comprometidos" nos pasan por encima y escalan peldaños con rapidez. En Venezuela podemos soportar que el presidente diga que no mataría a nadie "ni siquiera a un escuálido", o que humille a discreción a sus aliados incondicionales simplemente porque ya no le son útiles ni incondicionales. Esta cultura permite a esos ex-tontos útiles a asumir posturas críticas tardías, que sólo salen a flote cuando les duele la sonora y muy mediática patada por el trasero. Esta situación que nos convierte a todos también en "tontos útiles" para aquellos quienes, siendo menos tontos y menos útiles, "dirigen los destinos de la nación" o, mejor dicho, saquean –o reparten, da igual- los recursos de la misma ¡Es que ni siquiera nos inmutamos cuando nos dicen en televisión abierta que aquellos estados donde no gane el candidato de gobierno, no llegarán recursos!

En esta tierra de gracia, podemos soportar, apenas con una sutil repugnancia, la riña entre presuntos dirigentes de la oposición por obtener un espacio para saquear –quizás repartir- recursos. Todo por ganar. Lo que siga será siempre menos importante que ganar elecciones. Con la excusa de "salir de Chávez" podemos aplaudir discursos intolerantes, podemos emitir pre-juicios en foros de páginas de noticias y pretender ser respetados al irrepestar a los demás. Incluso dejamos que un dueño de un canal de televisión influya de manera abierta sobre la designación de un candidato o que nos cuelen a un muchachito con muy poco curriculum académico y/o político como candidato para gobernar la Alcaldía más importante de la capital.

Toleramos perfectamente –porque confundimos tolerancia con permisividad- que La Hojilla y Los Papeles de Mandinga sean los principales programas de la televisión del Estado. Los toleramos, porque incluso los vemos y disfrutamos morbosamente las grabaciones de las conversaciones de personajes públicos sin cuestionar, no solo éticamente sino también legalmente el material de estos programas. También confundimos compromiso con complicidad y nos hacemos cómplices de los caprichos de uno u otro líder. Somos capaces de adular, jurando que somos los más rebeldes del planeta. Hace rato olvidamos que ser revolucionario no significa vestirse de rojo sino hacerlo como se te venga en gana.

Nuestra forma de ser nos hace ir de un extremo a otro sin pasearnos por los puntos medios. Pero también hace que veamos muchas cosas buenas y obviemos las malas. Hace, incluso, que adoptemos tonos conciliadores que sacrifiquen la dignidad.

¿Culpables? No hay. Somos así, estructuralmente coyunturales, y ahí no caben responsabilidades éticas, ni cátedras de moral y buenas costumbres. Total, nada duele, nada importa ¿Nos importará el próximo 23 de noviembre?

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente artículo. No puedo estar más de acuerdo. Justo anoche hablaba de esto con mi novia. Lo voy a transmitir a todos mis contactos.

Un abrazo (no se pierdan jaja)

Erick dijo...

Desde que me encontré con ProMedio, he tratado de seguirle la pista, pues me pareció muy interesante la postura asumida en muchos de sus escritos.

Ahora, aunque me sigue pareciendo interesante, al encontrarme con este artículo, no puedo consentirlo de buenas a primeras, sin hacer ningún tipo de consideraciones.

Creo que, si no todas, muchas de las cosas que se señalan en el artículo tienen lugar en nuestro país. Yo también creo que los problemas que se están viviendo en nuestro país, tienen sus orígenes, principalmente, en el aspecto cultural de la sociedad venezolana. Ciertamente miles de personas aplauden eufóricamente a un líder que llama "desgraciado", por más de 40 veces en un mismo discurso, a su principal contrincante político (cosa que da tristeza). Indiscutible es que hay miles de venezolanos que se toman un refresco y lanzan la lata al suelo, que se comen la luz del semáforo, que no respetan el cruce peatonal. Miles de venezolanos están acostumbrados a vivir de "papá Estado", sin intentar hacer un mínimo esfuerzo por independizarse de él. También es triste ver cómo el criterio de elección de un candidato a la gobernación, alcaldía o presidencia pueda depender de lo que "me ha dado o me va a dar ese candidato cuando se monte en el coroto". Esto, más todo lo que se ha señalado en el artículo, es cierto, se vive en nuestra sociedad, y tiene sus seguidores a capa y espada, pero también estamos aquellos venezolanos que rechazamos esa forma de proceder. Y es ahí donde está la debilidad del escrito.

Así como miles de venezolanos le dan vida a ese fantasma corrupto que merodea por la sociedad venezolana, así miles y miles de venezolanos intentamos aportar nuestro granito de arena para la construcción de una sociedad mejor.

Miles de venezolanos nos llevamos el papelito del chocolate en el bolso, y lo tiramos en la cesta de la basura cuando llegamos a la casa, cruzamos por el rallado para peatones, esperamos que cambie la luz del semáforo, dejamos salir a las personas del vagón para entrar más rápido, elegimos candidatos a alcaldías, gobernaciones y presidencia para que junto con nosotros, el pueblo, trabaje en la resolución de problemas, sabiendo gerenciar los recursos del Estado.

Miles de venezolanos, cada quien desde su trinchera: iglesia católica o evangélica, partidos políticos de derecha, izquierda o de centro, organizaciones no gubernamentales, empresas públicas o privadas, universidades, escuelas, etc., están dando una lucha por mostrarle al que tiene al lado, a su vecino, a su prójimo, que existe otra manera de hacer las cosas, que hay un modo de actuar distinto que nos puede llevar a tener una mejor comunidad, y así un mejor país.

Lo que quiero decir con todo esto, es que hay que evitar las generalizaciones (aspecto que, sentí yo, está muy marcado en el artículo). Al generalizar podemos causar mucho daño, sobre todo a aquellas personas que están apostando mucho por un verdadero cambio.

Sigan adelante, abriendo espacios de debates donde podamos poner en común, con respeto y tolerancia, esas ideas que nos dan vueltas en la cabeza.

ProMedio dijo...

Estimados amigos:

Muchas gracias por sus comentarios. Erick, entendemos tu punto de vista. Pero este texto viene de un proceso largo de reflexión interna.

Es una autocrítica parcial. ¿Cómo mediar cuando la intolerancia impera y permea sobre nosotros mismos? ¿Cómo criticar ponderada y ecuánimemente cuando las cosas no cambian de ninguna manera? ¿No frustra el sentir que las cosas empeoran, que todos los sectores toman las peores decisiones, y que a nadie parece importarle? ¿Cómo ayudar corregir si tú mismo formas parte del problema?

Sólo quisimos plasmar algunas ideas de lo que hemos sentido últimamente. No creemos que sea lo correcto, pero es lo que sentimos, y afecta nuestra percepción.

Repetimos: tienes razón. Pero a veces sentimos que somos muy pocos haciendolo de manera insuficiente. Por eso necesitamos del apoyo de gente como ustedes. Recuerden, pueden enviar sus propios textos, si se adaptan al espíritu original de este blog.

Gracias de nuevo por comentar.

Yimmi Castillo dijo...

Gracias Alejandro por el apoyo. Gracias Erick por iniciar el debate.
Básicamente la generalización a la que haces referencia va en dos sentidos. El primero es hacer mea culpa por habernos hecho partícipes de un proceso mediador que muchas veces perdió el sentido, y el segundo es para que algunos lectores se sientan identificados y otros ofendidos. Esperamos que los ofendidos sean la mayoría, puesto eso que nos diría que las cosas están mucho mejor de lo que creemos.
En todo caso, tienes toda la razón, es un texto que generaliza, pero la hace a drede. No hay nada mejor que una bofetada (en sentido figurado) cuando estamos obnubilados pensando en pajaritos preñados mientras el país se cae poco a poco a pedazos.

Erick dijo...

Bueno, muchachos, esperemos a ver como reciben e interpretan los lectores este artículo, que se nota, es producto de un proceso de elaboración previo. Si sentimos que se abre un proceso de reflexión verdadero, por lo menos entre quienes participen en este foro, creo que su estrategia habrá funcionado. De lo contrario habrán lastimado a muchos venezolanos. Pero bueno, si se quiere un cambio, hay que arriesgar, muchachos.
Veamos que pasa en los días por venir...
Éxito!!!

Daniel Florencio O'leary dijo...

Yo siempre le he llamado a este comportamiento el síndrome del 4,30 y esta barato dame dos….. Creo que aun el venezolano no ha dejado atrás esa forma de pensar, y no aprende de sus errores por que se niega a recordar su pasado y su historia. Hasta que no nos veamos en el espejo de la miseria y la desesperación seguiremos iguales…. Bueno sin generalizar

Yimmi Castillo dijo...

¿Entonces la crisis de finales de los 80 y principios de los 90 no fue suficiente para dejar de pensar así?
Yo creo que la culpa es del petróleo, básicamente.
Nosotros nos creemos la gran cosa porque tenemos petróleo. Lo demás no importa, no importa que tengamos los peores políticos, el potencial turístico más arrecho pero menos explotado de Suramérica, los talentos musicales más sorprendentes pero menos escuchados de América Latina entera. No, nada importa y tampoco nos rebajamos a ser menos, total, tenemos petróleo, misses y peloteros.
Eso para mi denota un profundo complejo de inferioridad.

Ricardo Andrade dijo...

En mi opinión, tampoco es adecuado pretender que se está fuera de la cultura venezolana o, mejor, "del venezolano". El texto es, como dijo Yimmi, deliberadamente general. Porque el problema de la cultura es que precisamente es general, no es una cosa de la que uno pueda manejar demasiado. Lo que sí pienso es que tiene diferentes matices. A veces somos lo que pensamos que somos, cuando seguimos siendo lo que somos. Estamos dentro de una cultura de la cual no nos podemos separar así. Agradezco el comentario de Erick, muy bien escrito por demás. Pero en respuesta, debo decirle, por mi parte, que creo que tampoco es demasiado acertado-más bien un poco extravagante- apartarse y decir "yo no soy como ellos, yo estoy libre de pecados, yo lanzo la primera y todas las piedras que tenga". Me parece importante la acotación de Daniel Florencio, sobre nosotros y nuestra historia. No nacimos (ni vivimos, ni moriremos) en cápsulas de cristal. Somos producto de una Historia y, todavía más, de una Historia Cultural. Y el "ta barato dame dos" es expresión precisamente de eso y, en efecto, una actitud muy cónsona con lo que planteamos en el texto. Y el que se sienta demasiado lejos del "ta barato", que se detenga un poco a pensar en su manera de relacionarse con los bienes y el dinero y, si en ese sentido nos comparamos con otras culturas, notaremos algunos abismos.
Ciertamente como dijo Yimmi tenemos algún complejo de inferioridad. Pero al mismo tiempo hay que señalar que eso se enmascara en un petro-narcisismo que nos hace sentir como los sabrosones del mundo, los buena gente. Hay un libro que se llama "Autoestima del venezolano" de Manuel Barroso y allí él esboza diferentes mapas del ser venezolano, en nuestra relación con la madre, el padre, la norma, el dinero y, entre otras cosas, concluye que constituimos un país marginal y profundamente marcado por el abandono (que comienza muchas veces con el abandono del padre, pero que tiene un impacto cultural y psicológico bastante hondo).
Pienso que lo que escribimos lleva el cometido implícito de hacernos una pregunta cuya respuesta está siempre velada: ¿Quiénes somos? Creo que de ahí parte todo. Los pueblos y las civilizaciones se desarrollan a partir de su identidad, que no tiene mucho ver con nacionalismos ni patriotismos. Por eso, hacerse esa pregunta una y otra vez nunca será demasiado.
Pero estas cosas hay que decirlas y, en mi opinión, hay que decirlas así, como es: hundidos en todo, como todos. Creo que hay que tomar en cuenta estas cosas.
Saludos y agradecimientos especiales a Alejandro, Erick y Daniel, por sus oportunas intervenciones!

Erick dijo...

En el marco de esta "batalla de ideas" (que me satisface verdaderamente), sólo quiero agregar algo que me viene a la cabeza al leer la opinión de Ricardo.

Reconocer dónde estamos parados, es parte fundamental del cambio que queremos, como lo deja ver el mismo Ricardo. Ciertamente, no creo que yo esté libre de pecado, mucho menos creo poder lanzar la primera piedra. Sin embargo, creo que no se trata de "Extravagancia", se trata de Justicia.

Se trata de "...dar al Cesar lo que es del Cesar, y a Dios lo que es de Dios". Se trata de no meter en un mismo saco a todo el mundo, porque entonces se incurre en injusticia.

Acá la cuestión no es convertirnos en jueces que dictan sentencia, la cuestión es ser ventanas a través de las cuales podamos mostrar realidades, unas duras, entristecedoras e inaceptables, otras amenas, agradables y dignas de reconocimiento.

Nunca señalé que "yo no soy como ellos", tampoco pretendí darlo a entender. Lo que sí intenté dejar claro fue que yo, al igual que mucha gente, no hacemos lo que ellos hacen, porque creemos que no es correcto. ¿Reconocer eso es ser extravagante? En lo particular, creo que es ser justo.

Como lo ha plasmado ProMedio en "Cuestión de Cultura": de lo que se trata es de ver y manejar las cosas en su justa dimensión.

PD: Ideas van, ideas vienen... Eso es importante.

Ricardo Andrade dijo...

En efecto, nuestra discrepancia estriba en que yo sí creo que estamos en un mismo saco... claro que un mismo saco puedes encontrar papas de diferentes formas y tamaños, unas con menos tierra, otras un poco más sucias. Me parece extravagante que las papas -siguiendo la analogía algo vulgar- quieran estar en sacos de relucientes naranjas californianas (o de Nirgua, da igual).
Es decir, desde mi punto de vista, estamos en un mismo saco, aunque no seamos iguales -ni de cerca-, ni tengamos los mismos beneficios u oportunidades.
Este es un país de privilegiados y excluidos, muy diferentes entre sí, pero con bases comunes. Desde luego hay muchos factores que inciden en el comportamiento de cada venezolano en sociedad, que harán que unos no siempre se gasten el dinero que reciben en una semana, o no siempre estudien para aprobar el examen, o no rellenen los vasos de refresco en Burger King sólo porque es gratis.

El otro gran punto de quiebre es que no podemos confundir un nivel ético con el nivel cultural. La cultura no es correcta ni incorrecta -y eso podría decir que ya no es sólo una opinión-. La cultura sólo es, unas veces en contra de lo socialmente correcto y otras veces en el marco de lo que se considera ética y socialmente correcto. Por eso tampoco podemos hablar de condiciones culturales a la luz de criterios de justicia o injusticia, bondad o maldad.
Yo, por ejemplo, no me considero un corrupto, incluso podría jactarme de tener el bolso lleno de papelitos de basura y hasta latas como tú, pero no por eso puedo negar que soy parte de una cultura que me sostiene y me arropa.

Como has dicho, Erick, ideas van y vienen. En todo caso, ha sido grato para mí -y para ProMedio- que podamos conversar sobre estas cosas que están en el fondo de todo.
Saludos!!

Yimmi Castillo dijo...

¡Que bueno el símil del saco de papas! Me imaginé el futuro de los venezolanos similar al de las papas y sentí pena por las papas fritas, pero sobre todo por los purés de papas... en fin.
Erick y compañía, la cuestión es que por algo hay que empezar, y nosotros debemos empezar por sentir vergüenza, no porque hayamos llevado a nuestro flamante presidente a la posición en la que está, no por haber avalado la desaparición casi total de la oposición y servirles tantas veces de carne cañón. Debemos sentir vergüenza por no haber asumido la única posición que nos toca: ser los contralores del poder que le dimos; y por el contrario asumir la postura de la admiración-adulación-obnubilación ante el líder carismático, o más bien la indiferencia. O peor aún, la actitud de oponerse a todo sin pensar, la de apoyar la violencia y la de querer sustituir lo malo por "lo que sea con tal de salir de eso".
Las oportunidades de expresarnos están en las diferentes convocatorias electorales, que es lo único que nos queda mientras el "poder popular" siga siendo una entelequia que solo beneficia a los que votan por un color determinado, porque los demás no son miembros del pueblo, sino golpistas o "pitis".